Gérard Grisey, una nueva
gramatología derivada del fenómeno sonoro
Fabien Lévy
Artículo
aparecido en alemán como “Gérard
Grisey, eine neue Grammatologie aus dem Phänomen des Klangs” en
“20 Jahre Inventionen Berliner Festival Neuer Musik”, editado por I.
Beirer/DAAD, Pfau Verlag, Alemania, 2002 .
Traducción
al español: Elena Mendoza López
En 1973, un grupo de
compositores jóvenes, Tristan Murail, Michäel Levinas, Roger Tessier y Gérard
Grisey (al que se unirá en 1976 Hugues Dufourt) crea un colectivo en
oposición a la música postserial, predominante entonces en el panorama
instrumental francés. Para entender la importancia y la rápida
influencia que tendrá este colectivo en Francia y en toda Europa (a
excepción significativa de Alemania), es necesario inscribirlo en la
crisis que atravesaba el estructuralismo en los años 70 (1), tanto a
nivel político como intelectual: en un contexto de guerra de Vietnam, de
crisis petrolífera y de revisión pragmática del socialismo y de otros
sistemas políticos (L’Archipel du goulag de Soljenitsyne se
publica en 1973) lo que realmente se pone en cuestión es la utopía
estructural de la postguerra mundial, es decir la idea de que todo sistema
organizado, ya sea político, social lingüístico, económico o artístico,
responde a una estructura subyacente. En música esta actitud había
llevado al desarrollo de sistemas de composición que combinaban y
permutaban notas, dinámicas y duraciones de modo simbólico sin tener en
cuenta la realidad del fenómeno sonoro. Contra estos principios, que,
como escribe Grisey “confunden el mapa y el territorio”, se forja en
Francia este nuevo movimiento estético, que será enseguida titulado de
modo erróneo y equívoco “música espectral”, según un artículo del
mismo nombre de Hugues Dufourt de 1979 (2).
Este movimiento no surge en Francia de modo aislado, sino en paralelo a
otros muchos movimientos estéticos que intentan volver al fenómeno
sonoro y/o matizar el serialismo integral: el giro estético de sus
propios autores (Explosante-fixe de Boulez -1972-, Coro de
Berio -1975-, Stimmung de Stockhausen -1968-), las corrientes de la
nueva simplicidad (Rihm) o de la musique concréte instrumental (Lachenmann)
en Alemania, la escuela de la nueva complejidad (Ferneyhough) en toda
Europa o las músicas minimalistas y repetitivas en los Estados Unidos (Feldmann,
Reich). Sin embargo, contrariamente a todos estos movimientos estéticos y
posiblemente según la idea típicamente francesa de que un compositor de
música culta debe no solamente componer obras sino también construir
nuevas gramáticas (idea que quizá pueda entenderse como la consecuencia
del centralismo, de la influencia del cartesianismo y del propio
estructuralismo en Francia y en cualquier caso de los precedentes
musicales Messiaen y Boulez), los compositores de “música espectral”,
muy especialmente Grisey y Murail, van a proponer técnicas y principios
gramatológicos de composición no sólo radicalmente nuevos, sino también
prospectivos para otros compositores: técnicas de orquestación y de
generación de material armónico derivadas del análisis acústico y de cálculos
con frecuencias efectuados gracias al ordenador; técnicas de estructuración
del tiempo y de la forma musical y técnicas de generación de procesos a
partir de la evolución del material sonoro y de principios de psicología
cognitiva, etc. Hugues Dufourt escribe: “El trabajo de la composición
musical se realiza directamente en las dimensiones internas de la
sonoridad. Se apoya en el control global del espectro sonoro y consiste en
extraer del material las estructuras que nacen en él. Las únicas
características sobre las cuales se puede operar son de orden dinámico.
Son formas fluídas, lugares de transición en los cuales la determinación
de los movimientos depende de leyes de transformación continua. En este
sentido se puede hablar de una composición de movimientos y cambios. La música
se piensa en términos de umbrales, de oscilaciones, de interferencias, de
procesos en lontananza” (3). Se trata por lo tanto de pensar usando
nuevas categorías musicales, superando la idea de nota como símbolo,
idea que ha caracterizado la música occidental desde el Ars Nova hasta el
serialismo (en la notación musical occidental los fenómenos sonoros son
reducidos a la altura de su fundamental y a su duración, por medio de la
nota). Se trata igualmente de construir una música sobre principios de
fusión y no de acumulación y de pensar el tiempo musical como un “devenir
de los sonidos”, como escribe Grisey.
Sin embargo hay que evitar reducir la idea de música espectral,
especialmente la de Grisey, a una acumulación de espectros acústicos y a
un trabajo naturalista sobre los armónicos. Lo que está verdaderamente
en el centro de la preocupación de Grisey es el tiempo, siendo la
utilización de espectros y en general el trabajo sobre las frecuencias
una consecuencia asociada al material. Tempus ex machina, título
sugestivo, es una obra de Grisey de 1979 para seis percusionistas (en 1989
será integrada en el comienzo de Noir de l’étoile). Aquí,
utilizando seis instrumentos de ruido blanco, Grisey quería mostrar que
su pensamiento y sus sistemas de composición eran más amplios que la
mera circunscripción al espectro. Tempus ex machina es asimismo el
título de una conferencia destinada a los cursos de verano de Darmstadt
de 1978 (4) y en general puede ser considerado como la divisa de toda la música
de Grisey (5). Partiendo de consideracciones estéticas y científicas,
Grisey desarrolla en este artículo una serie de conceptos esenciales y
prospectivos acerca del tiempo, de las nociones psicológicas de
previsibilidad, de memoria y de anticipación, de los conceptos de
periodicidad, de continuidad, de dinámica, de microfonía y macrofonía,
de tiempo dilatado y contraído y del concepto de proceso. “Por
definición, escribe Grisey como conclusión, diremos que el sonido
es transitorio. (…) Objeto y proceso son análogos. El objeto sonoro no
es otra cosa que un proceso contraído, el proceso no es otra cosa que un
objeto sonoro dilatado”.
¿Qué queda hoy, después de veinte años, del movimiento espectral? En
primer lugar es importante constatar el interés que esta estética está
suscitando en este momento en los países germánicos y de Europa central,
en los que nunca antes había habido una respuesta, interés posiblemente
acrecentado a partir de la súbita desaparición de Gérard Grisey en
1998. En los países que por el contrario se adscribieron desde el
principio a la aventura espectral (Francia, Italia, Finlandia, Gran Bretaña),
numerosos alumnos y colegas de Murail y Grisey, como Saariaho, Benjamin,
Dalbavie o Lindbergh, reivindican esta escuela para proponer una música
de factura muy clásica, colorista, estética, brillante, sin
microtonalidad y muy gestual, interpretando quizá las técnicas
espectrales como meros principios normativos de control de la percepción
y de los límites de la escritura musical. Pero sin embargo otro grupo de
compositores jóvenes intenta prolongar la idea espectral continuando con
la elaboración de nuevas técnicas de escritura musical derivadas de fenómenos
psicológicos, psicoacústicos y acústicos, y desconfiando siempre de las
técnicas de escritura derivadas de principios combinatorios de signos y símbolos.
Este grupo, al igual que el propio Grisey en sus últimas obras, se aleja
sin embargo de procesos temporales evidentes y demasiado mecánicos e
introduce rupturas formales, pasando a considerar la percepción del
tiempo como un mecanismo subjetivo y cultural.
En efecto, la “ética espectral” no está muerta. El desafío para las
nuevas generaciones de compositores y teóricos consiste ahora quizá en
elaborar, gracias a la tecnología, una nueva grafemología del sonido, es
decir, una nueva forma de transcribir el fenómeno musical que recoja a la
vez las técnicas de fusión del sonido y de transcripción de los armónicos
de Grisey y Murail, y el trabajo sobre ruidos y sonidos inarmónicos de
Lachenmann y Sciarrino, con el fin de liberarnos definitivamente del
pensamiento dictatorial del intervalo y de la altura fija y armónica de
nuestra cultura occidental. El desafío consiste también en elaborar una
nueva gramatología, es decir, nuevas técnicas de escritura derivadas de
fenómenos psicológicos y de ciencias cognitivas (inducción, sorpresa,
aprendizaje, etc.) y de fenómenos acústicos, con el fin de superar
definitivamente las técnicas combinatorias y visuales a veces absurdas en
el plano de la percepción que nos propone la notación musical clásica y
su gramatología. ¿Grisey normativo o Grisey prospectivo? ¡Grisey
compositor!
Notas:
1) Fabien Lévy: « Le tournant des années 70 : de la perception induite
par la structure aux processus déduits de la perception » (aparecido en
extracto en "Le temps de l’écoute, Gérard Grisey ou la beauté
des ombres sonores", L’Harmattan/L’itinéraire, versión completa
en :
http://membres.lycos.fr/fabienlevy/Documents/tournant70.pdf).
2) Hugues Dufourt: „Musique spectrale“, primera aparición en 1979,
reeditado en „Musique, pouvoir, écriture“, Christian Bourgeois éd.,
1991, Paris, pág. 289-294
3) Hugues Dufourt, opus cit.
4) Gérard Grisey: „Tempus ex machina“, Neuland Jahrbuch n°3i
(1982-1983), reeditado en Contemporary Music Review, 1987 Vol.2, part.1, y
en Entretemps n°8.
5) Para más información sobre las obras y el pensamiento de
Grisey: Jérome Baillet, Gérard Grisey, Fondements d’une écriture,
L’Harmmattan/L’Itinéraire, 2000, Paris
Fabien Lévy
Nació en 1968 en París. Junto a la práctica
del piano (clásico y jazz) y el órgano, realizó estudios de matemáticas
y macroeconomía en la ENSAE y ejerció como investigador en estas
disciplinas antes de decidir dedicarse de lleno a la música y pasar a
estudiar composición con Gérard Grisey en el Conservatorio Nacional
Superior de Música de París, así como análisis con Michael Levinas,
etnomusicología con Gilles Léothaud y orquestación con Marc-André
Dalbavie. Junto a su actividad como compositor, ha desarrollado una tesis
doctoral sobre la relación entre complejidad analítica y complejidad
perceptiva y es autor de numerosos artículos musicológicos. Entre 1998 y
2001 trabajó como director artístico y consejero pedagógico en el IRCAM.
En 2001 fue premiado con la beca del DAAD Berliner-Künstlerprogramm y
trasladó su residencia a Berlín. Ha recibido otros numerosos premios,
como el de la Fundación Singer-Polignac (1995), Fundación Royaumont
(1997), SACEM (1998), Academia de Francia en Roma (Villa Médicis, 2002),
International Rostrum of Composers (2002) o el Ernst von Siemens Förderpreis
(2004).
Sus obras han sido interpretadas en toda Europa y Estados Unidos por
ensembles y orquestas como Berliner Rundfunksymphonieorchester, Orchestrre
National de Tolouse, Ensemble Modern Frankfurt, London Sinfonietta,
Ensemble Itinéraire, Ensemble Icarus, NEIC, TM+, Cuarteto Habanera, Arté-Quartett,
y otros, y están editadas en Billaudot.
Actualmente enseña orquestación en la Escuela Superior de Música Hanns
Eisler Berlín. |